miércoles, 19 de noviembre de 2008

Brisa

El invierno terminó y con él, el mal tiempo. La primavera llegó y volvieron los días más largos y tibios.
Hoy salí temprano del trabajo, hace mucho que no hacía eso, me siento casi realizada... Decidí aprovechar lo que quedaba de tarde y terminar el libro que comencé hace poco, me tendí al sol y me concentre en la lectura, pero el cansancio me pasó la factura y me quedé dormida, estaba soñando, cuando una sensación en la espalda me trajo con fuerza de vuelta al mundo de los despiertos, poco a poco fui despertándome hasta que caí en la cuenta de que esa extraña sensación era un masaje y que me lo estabas dando tú.
-Hooooo.....laa (bostezo)
-Hola ¿Descansaste?
-Un poco ¿Que hora es?
-Siete con cinco ¿A que hora llegaste?
-A las cuatro y media.
-¿Quieres ir a tomar once por ahí?
-Bueno, deja que me cambie...
Salimos a las 19:30 de la casa y partimos al centro a tomar un café, después nos fuimos a caminar tomados de la mano aprovechando los últimos rayos de sol y terminamos en una plaza cerca de donde nos estacionamos, como dos adolecentes, besándonos en una de las bancas, se nos hace de noche, no hace frío, el cielo nocturno está despejado y las estrellas están brillantes...
-Te amo (me susurras al oído).
-Yo también (te contesto con un beso en los labios).
-¿Te acuerdas que nos conocimos acá?
-Si, hace ya 7 años justos, una noche como esta... (te doy otro beso en los labios, otro en el cuello y otro más y otro...)
-Por favor para.
-¿Que pasa?
-¿Como que que pasa? Sabes perfectamente que es lo que pasa y no pongas esa cara.
-¿Cara de que? (sonrío)
-Cara de disfrutarlo maliciosamente
-Sabes que lo disfruto, no necesitas que ponga caras (miras la hora impaciente).
-¿Sabes que hora es? (niego con la cabeza) Un cuarto para las once ¿Vamos?
-Vamos
El camino a casa ocurre entre besos en los semáforos y toques furtivos. Llegamos, estacionas el auto a penas y casi no alcanzo a abrir la puerta de la casa cuando me tomas en tus brazos y me levantas, entramos a la pieza entre risas sofocadas y forcejeos de ropa, me tiras sobre la cama y comienzas a torturarme con lentos besos en los labios, en el cuello, en el pecho, en el abdomen...
Al fin te compadeces de mi y terminas de desvestirnos, no doy más, estoy que exploto, me abalanzo sobre ti y obtengo lo que quiero...
-No puedo más...
-Yo tampoco.
-¿Que hora es?
-Un cuarto para las tres de la mañana.
-Creo que se nos pasó la hora.
-No es la primera vez.
-Ni será la última...

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